Vintage es
el término empleado para referirse a objetos o accesorios de calidad que
presentan cierta edad, los cuales sin embargo no pueden aún catalogarse como antiguedades. En la actualidad,
el término se ha generalizado y se utiliza para designar instrumentos
musicales, automóviles, libros, fotografías, y, más recientemente, prendas o
accesorios de vestir.
El auge de la estética vintage se ha visto acrecentado por iconos de la moda como Dita Von Tesse que viste casi exclusivamente con prendas
de segunda mano.
La atracción por lo vintage deriva de las siguientes razones.
·Exclusividad: La mayoría de
los productos vintage fueron producidos en pequeñas cantidades y son menos aún
los que han llegado a nuestros días.
·Calidad: La confección de
este tipo de prendas suele ser exquisito. Son artículos caracterizados por su
buen hacer, muchas veces de manera artesanal en su totalidad o gran parte de
ella.
·Materiales: Gran parte del
género con el que se realizaron en su momento tiene hoy un precio desorbitado.
·Valor económico: Su precio está
muy alejado de prendas similares actuales. Su valor incrementa según la época a
la que pertenece, el diseñador que la creó, su buen estado y en algunas
ocasiones, incluso, a quién perteneció.
·Historia: Los consumidores
de este tipo de prenda dan gran valor añadido a su carga histórica. De hecho,
uno de los lugares para adquirirlos son precisamente anticuarios.
·Coleccionismo: No todo el
público adquiere estos artículos para su uso. En ocasiones se crean auténticas
colecciones privadas de diseño por el mero placer artístico de su posesión.
·Acabado: El gusto por el
detalle, desde la hilada hasta los botones o elementos decorativos, está
realizado con un esmero del que suele carecer la moda actual.
Tal es el valor actual de lo vintage, que las casas de moda están
recurriendo a esa estética en sus nuevas colecciones.
El vintage es una manifestación de la cultura posmoderna. Es producto de
la pérdida de fe en el progreso y el desencanto del motor de la innovación
propia de la modernidad. Así, en vez de mirar al futuro, se recurre con
nostalgia a elementos de eras pasadas, pero carentes de significado original.
De esta manera, la moda se sirve del pasado por motivos meramente estéticos,
donde se mezclan elementos de distintas épocas y lugares, descontextualizados
de su función y razón original.
Algunos elementos que vale la pena considerar a la hora de identificar
una prenda vintage se basan en la fecha de ciertos descubrimientos o prácticas
comerciales. Por ejemplo, las etiquetas con instrucciones de lavado o los
cierres de plástico sólo aparecieron en los años 1960. También se tiene el caso del nailon,
que se descubrió en 1935, pero no llegó a Europa sino
un década más tarde.
No es cuestión de
rescatar un batón del placard de la abuela, ese que te recuerda tu infancia:
botones forrados, cinturón y estampado marrón con flores amarillo patito.
Aunque, de hecho, lo nuevo en la moda es llevar lo viejo.
Casi una paradoja:
en el imperio donde reina la novedad, se privilegia lo antiguo. Casi. Porque la
novedad es rescatar viejas prendas de otras décadas y combinarlas con nuevas
tendencias con el fin de crear un look distinto y, al fin y al cabo, nuevo.
Se trata de la
moda vintage. Este término se utiliza para describir artículos o prendas de
ropa “retro” que tengan, por lo menos, diez años de historia. Actualmente, lo
más rescatado pertenece a las décadas del 50, 60, 70, 80 y, aunque nos pese, 90.
Casas de
indumentaria internacionales y una gran parte de los diseñadores independientes
han adoptado la práctica de reciclar prendas para transformarlas en productos
apetecibles para un público con ansias de novedad. Firmas internacionales, como
Prada o Channel, han reeditado diseños históricos asegurando no se trata de
copias, sino de modelos originales.
Eso sí, nada de
pensar que los viejos tiempos fueron mejores, para que el vintage funcione es
necesario mezclarlo con lo actual. Es decir, seguir antiguo y vigente consejo
de las novias, el de combinar algo nuevo con algo viejo y demás. Se trata de
una tendencia que furor esta temporada: lucir una prenda vintage y alegrarla
con un toque de modernidad. De esta forma, se revitaliza una moda de colores sepia
y se resalta la bondad de la ropa añeja y el de la actual.
La premisa es
modernizar las prendas agregando hebillas, tachas, botones o mostacillas
bordadas. Se pueden quitar volados o tablones o utilizar un encaje antiguo para
agregarlo al ruedo de una pollera. Modificar las mangas y combinar con géneros
modernos como tela de avión o polar. O vestirse con la moda actual y agregar un
sombrero, pañuelo, cartera o zapatos de estilo vintage.
Para estar a tono
con este fenómeno sólo basta una visita al baúl donde mamá y la abuela guardan
reliquias del pasado. En el caso de que adquirir algo directo del hogar sea
considerado como una profanación, la opción es pasear por cualquier feria
americana o mercado de pulgas donde se consiguen prendas desde $ 5.