La iluminación en fotografía consiste
en dirigir y rebotar luz hacia
un objeto con la intención de que ésta pueda ser registrada por una película, un sensor
electrónico CCD o CMOS. La luz resulta
fundamental en la fotografía ya que sin ésta no es posible plasmar una
fotografía. Aparte de ser un factor físico imprescindible en el proceso
fotográfico, la luz posee una función plástica de expresión y modelado que
confiere un significado y un carácter tal, que muchas veces ella sola determina
la calidad de una fotografía, aunque esto depende del gusto del fotógrafo y la
técnica que él mismo emplee.
La luz natural
es aquella que
proviene del mismo sol y es influida en su paso por
la atmósfera terrestre, además dependiendo de la hora del día puede dar
diferentes matices en intensidad, dirección, dureza y color, lo que significa
que una luz apta para determinado trabajo pueda tener una corta duración.
Una ventaja de la
luz natural es que permite hacer tomas fotográficas en exteriores y puede ser
complemento a la luz artificial.
La luz natural es más difícil de controlar a causa de los cambios que
sufre respecto a sus cualidades (intensidad, dirección, calidad y color).
Luz Artificial
Se le llama a la que se añade intencionalmente a la luz ambiental de una
escena. Puede ser tan sencilla como un flash o tan compleja como un banco de
focos o de estudio. Con un equipo adecuado nada impide recrear cualquier efecto
luminoso. Pero, normalmente, lo que el fotógrafo quiere es elevar la
luminosidad, de modo que el resultado parezca natural. La atención por tanto,
debe centrarse en el sujeto u objeto a iluminar y como impacta en éste la luz.
La luz artificial permite el control absoluto sobre la dirección,
calidad e intensidad de la luz. Las fuentes luminosas pueden cambiarse de sitio
y difundirse o reflejarse. La intensidad de la luz se elige en base al sujeto, o a la abertura y la velocidad
que se haya escogido.